–¿Qué fue lo que te llevó a documentar esa parte de la historia obrera?
-Durante muchos años he realizado filmes documentales sobre la historia reciente de nuestro país. Particularmente sobre el período previo a la última dictadura o sobre las consecuencias sociales de las violaciones a los DDHH de los regímenes represivos de esas dictaduras sanguinarias que azotaron a nuestros predecesores. En todos ellos el común denominador es que los muertos son trabajadores, estudiantes, jóvenes obreros, hombres y mujeres de los sectores populares que se resisten a los planes económicos de opresión, de miseria y de explotación que las clases dominantes y sus socios extranjeros han buscado imponer por la razón o la fuerza.
Durante el Onganiato (1966), se intentó colocar los cimientos de un plan económico neoliberal, tal como hoy los conocemos. Plan que tuvo continuidad explícita en la dictadura de 1976, en el menemismo y el finalmente en el macrismo.
Mi preocupación siempre estuvo ligada a las formas que encontraron las experiencias populares para defenderse de esos planes inhumanos e insaciables que el poder intenta aplicar despiadadamente. Bajo esas experiencias han surgido aprendizajes valiosísimos para las causas populares.
El film narra la experiencia del movimiento obrero cordobés, cuya joven clase obrera y estudiantil, tomó en sus manos la resistencia al golpismo; desafiando al poder para mantener los derechos sociales conquistados por las generaciones que la precedieron. Se juegan todo, hasta la propia vida.
Defienden el derecho a la educación, conquistado poco antes y el acceso a los comedores estudiantiles en las universidades, allí les cuesta la vida a estudiantes como Santiago Pampillón (obrero radical de la fábrica IKA y estudiante de ingeniería), siguiendo el martirio que antes sufriera el jovencito Cabral en Corrientes y Blanco en la ciudad de Rosario; jóvenes que defendiendo sus derechos pierden la vida y el pueblo los enaltece, elevándolos a la categoría de mártires populares.
Esas jornadas únicas, fueron filmadas y esos materiales se están perdiendo por falta de políticas que conserven los archivos, los filmes; sin cinematecas y políticas públicas que preserven los archivos fílmicos se han perdido valiosos materiales. Me preocupa que desaparezca la evidencia de aquella gesta popular. Así es que con un grupo de compañeros nos pusimos manos a la obra y reconstruimos esas jornadas históricas y les hicimos hasta el sonido a todo el material mudo para que las jóvenes generaciones puedan tener acceso a una historia trágica que nos ha de interpelar a todas las generaciones que intenten bucear en su propia historia.
-¿Cuánto tiempo te llevó recopilar toda esa documentación para poder realizar el documental?
–Muchos años de trabajo. En el transcurso he perdido a mis padres como gran parte de los que sufrieron la pandemia. Sintiendo una enorme responsabilidad sobre el rescate de los materiales de archivo, y de las historias personales que echan luz sobre aquellas jornadas, hemos recabado muchísimas horas de materiales fílmicos, en una relación de uso de 70 a 1 (setenta horas para usar una). Asimismo, constatamos con dolor la pérdida de materiales sonoros valiosísimos, en general producto de la regrabación, del saqueo represivo con la consecuente desaparición durante la última dictadura o del pillaje liso y llano. Debimos reconstruir todo el universo sonoro utilizado. Pero asimismo seguimos buscando materiales para reconstruir un fresco audiovisual de aquella época que nos permita interpelar a nuestro presente, cargado de ausencias e incógnitas para el futuro.
– Teniendo en cuenta muchas veces el olvido en las partes fundamentales de la historia ¿Cuál fue el papel de las mujeres por aquellos días?
-Las relaciones laborales estaban centradas en la labor de los hombres en las cadenas de producción, en las fábricas principalmente. Cuando cambiaron las políticas de trabajo incorporando mano de obra femenina, las fábricas lo hicieron para tener sueldos diferenciados, muy a la baja (nada diferente de la actualidad), pero fueron determinantes para sumar un caudal de mujeres al proceso de lucha por los derechos civiles y para menguar el poder de algunos sindicatos y generarles un gran Talón de Aquiles, como ocurrió en ILASA, donde las compañeras lograron establecer una conducción sin igual a partir de aquellos años. El caso de la obrera Lina Averna, en dicha fábrica, que lideró y sacó a sus compañeras a la calle a luchar con el conjunto de hombres que abandonaban los puestos de trabajo para manifestarse contra la dictadura en las calles de Córdoba, fue la demostración cabal que la conciencia no tiene género.