Se insiste en los récords de bocas cerradas, de personas imputadas y condenadas, ¿es un mensaje suficientemente fuerte como para llegar a la parte más alta de la cadena o van presos los reemplazables?
—Son reemplazables hasta ahí nomás. Hemos tapiado lugares, hemos tirado casas abajo con la intendencia, quiere decir que no es tan fácil reemplazarlos. Lamentablemente tenemos la consecuencia de que esto lleva a una guerra violenta entre ellos por disputa de territorios y existen muchos asesinatos: esa es la explicación que nosotros tenemos al crecimiento de los homicidios, en Montevideo sobre todo. Producto de esa virulencia, hay menos droga, hay menos plata y hay menos bocas. Entonces se disputa mucho más duramente el territorio que antes, ahora cual es la alternativa, ¿dejémoslos vender?
—¿Es parte del plan de combate ahondar en el lavado de dinero?
—Sí. La Secretaría para la Lucha contra el Lavado de Activos y el Banco Central van en busca del gran capital, de cómo se mueve, pero estamos dejando de lado inversiones de carácter liviano y muy pequeño que se dan, por ejemplo, en los barrios. Puede ser la compra de una carnicería con dinero del narco, o la compra de un almacén, o de una automotor.
—¿Las fiscalías de estupefacientes no van ya por este camino?
—Dentro de la red de Luis “Betito” Suárez y “Ricardito” Cáceres, en el Cerro, que tenían muchas bocas de basta base y manejaban casi un ejército compuesto por mucha gente que estaba paga por ellos, uno de los hermanos tenía un gran almacén, que era el que generaba la posibilidad de lavar la plata. Fue allanado y la fiscal a cargo no pudo comprobar el lavado porque estaba muy bien escondido. Terminó logrando un proceso porque tenía animales exóticos: un mono creo que era. Ese es un ejemplo nomás. Quiere decir que ese microtráfico genera un dinero que queda en el barrio, y que muchas veces compra el barrio. Porque el almacén da trabajo, da créditos. Estamos frente a una organización que no se puede ver solo por dónde sale la droga, y difícilmente logremos capturar al capo narco que está en Bolivia, en Colombia o Paraguay. Hay una red que también tenemos que combatir, estamos especializando gente de la Policía en el lavado a pequeña escala.
—¿Uruguay ya es definitivamente un sitio de acopio de droga?
—Puede ser. Han aparecido laboratorios también y otro tipo de drogas, químicas.
—¿Cómo se llegó a identificar a las 45 organizaciones locales y a los seis distribuidores?
—Era increíble que no tuviéramos una brigada antidrogas en Montevideo y en Canelones, nos dio un gran resultado, porque se dedicó al territorio y le dejamos a la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas trabajar la inteligencia para determinar las 45 organizaciones que hemos identificado.
—¿Cómo son?
—Cada una tiene más de tres bocas de pasta base: no una; alguna tiene más de 20. Esa identificación la lograron las brigadas, que tienen una coordinación con la Dirección General de Drogas, que a su vez tiene contactos en el exterior.
—¿Cuál es la estrategia para atacar las rutas de tráfico?
—De todo. Como la Dirección de Drogas no se tiene que ocupar del territorio, habla con las inteligencias de Brasil, Argentina y Paraguay; los investigadores viajan, se está sabiendo cuál es el origen de la droga y se coordina acciones con otras policías para poder apresar a los delincuentes, porque el que manda la droga no está acá. Nuestra gente de inteligencia tiene mucho contacto en la región ahora: antes no.